También surgieron nuevos tipos de abrigos, como el chesterfield, un abrigo hasta las rodillas, rematado con un galón y puños y cuello de seda. Se elaboraban de seda o terciopelo. Las máscaras propiamente dichas protegían todo el rostro, con aberturas para ojos y boca, mientras que los antifaces cubrían la parte superior, hasta la nariz, dejando la boca libre. Las damas las usaban sobre todo para ir al teatro sin ser reconocidas, ya que en aquella época estaba mal visto que las damas de la alta sociedad acudiesen a representaciones teatrales.